La vestimenta de los chinacos, que usaban vistosos sarapes era parecida a la del campero andaluz. Con sombrero similar al castoreño, pero de alas más anchas, y calzón de manta largo cubierto por otro pantalón de gamuza.
Abierto de los lados exteriores los cuales eran abrochados por una botonadura que dio lugar a la que posteriormente han usado los charros, las chaparreras, que en aquel entonces tenían una indumentaria un poco más parecida a la del chinaco, pero más ostentosa.
Utilizaba en faenas la reata de ixtle, para lazar el ganado, y en combate la lanza para sus temibles cargas de caballería. Otra característica fue el empleo de un pañuelo anudado sobre la cabeza. La montura adornada con trabajo de talabartería, cincho, arciones anchas y gran fuste, tipo "Silao", de medio queso o bien queso completo, fue la misma que conocieron y copiaron los nuevos colonizadores anglosajones los territorios de California, Nuevo México, Arizona y Texas.
Tal silla llevaba en la parte posterior, atrás de la "teja" los llamados vaquerillos, que eran dos piezas de piel de cabra para adornarla, o para, cuando llovía, pudiera el jinete cubrirse la espalda. "Chinaco" originalmente era el masculino de "China", término con el que se denominaba a una de las castas en la época colonial, con el tiempo comenzaron a llamar así a gente del campo, mestiza.
Las Chinas
La indumentaria de la china
poblana es atribuida a Catarina de San Juan, aunque es bien cierto que
incorpora elementos de las diversas culturas que se mezclaron en la Nueva
España durante tres siglos de dominio español.
Según descripciones del siglo
XIX, época en que fueron muy populares en varias ciudades del centro y sureste
de México; el atuendo de la china estaba compuesto por las siguientes prendas:
- Una camisa blanca, con labores de deshilado y bordado de seda y chaquira con motivos geométricos y florales en colores vivos. La camisa era lo suficientemente escotada para dejar ver una parte de su cuello y de su pecho, lo cual no dejaba de escandalizar a las damas de buen tono de la sociedad decimonónica mexicana.
- Una falda llamada castor, que tomó su nombre de la tela con que era hecha. Según algunas opiniones, el castor era empleado por las patronas de las casas ricas para la confección de las enaguas de sus criadas indígenas.18 El castor era trabajado con lentejuelas y camarones que formaban dibujos geométricos y florales.19 Los grupos de danza folclórica han popularizado una versión que lleva bordado en lentejuelas, chaquiras y canutillos el Escudo Nacional de México.
- Unos porabajos blancos, con las puntas enchiladas, es decir, con el borde inferior orlado por un encaje de motivos zigzagueantes. Los porabajos de una china poblana asomaban bajo su castor, y debían servir como una especie de trampa de luz para que el cuerpo de la mujer ataviada de china no se adivinara a contraluz.
- Una banda que servía para sujetar el castor y los porabajos a la cintura de la mujer que lo portaba. La banda podía o no estar trabajada con labores de bordado, o bien, ser tejida en técnica de brocado.
- Un rebozo, que lo mismo podía ser de seda cuando más fino o de bolita, en el mayor de los casos. El rebozo es una prenda muy común en México, aun en la actualidad. Lo usan las mujeres para cubrirse del frío, pero también era empleado para cargar bebés o cualquier otra cosa cuyo tamaño y peso hicieran difícil llevarlo entre las manos. El rebozo de bolita, que era el más comúnmente empleado por las chinas, era tejido con hilos de color azul y blanco, y tuvo como cuna el poblado otomí de Santa María del Río (San Luis Potosí)
- En algunas ocasiones, la china solía llevar una mascada de seda que mal le cubría lo que el escote de la camisa dejaba asomar. De estas mascadas, José María Rivera escribió que esas regularmente vienen a casa los domingos para volver los lunes o martes al empeño.
- Como calzado, Manuel Payno señalaba que a pesar de sus carencias financieras, una china no dejaba de usar zapatos de raso bordados con hilos de seda. Este tipo de calzado aparece en algunos textos mexicanos del siglo XIX como un indicador de que quien los portaba era una mujer alegre. Además, la china complementa el atuendo con abalorios y joyas que adornaban sus orejas, el descubierto pecho, y las manos.